Bienvenidos a Libros



A 20 minutos de distancia de la capital de provincia, por la carretera nacional 420, encontramos el pueblo de Libros.

Antes de llegar al mismo, el viajero se encontrará a pie de la carretera con una magnífica roca en medio de la huerta conocida como la Peña del Cid, donde podremos descansar en una pequeña área de recreo allí situada.

El pueblo se ha construido siguiendo la carretera que, a su vez, discurre paralelo al río Turia. Diversas construcciones nos llaman la atención nada más llegar al lugar, por su peculiar estrechez. Alrededor se sitúa las edificaciones más notables del municipio, la iglesia de San Juan Bautista, la ermita de la Virgen del Pilar y de la Huerta.

El municipio también cuenta con piscina, frontón cubierto y campo de futbito. También con una zona de recreo para los adultos con su Chiringuito y para los más pequeños una zona de recreo con sus toboganes, columpios, etc. Para los amantes de la pesca, podrá disfrutar de una gran variedad de especies autóctonas de la rivera del Turia, en su coto libre se pueden pescar peces como la trucha común, trucha arco iris, madrillas o gobios, barbos y anguilas. Una vez llegado allí, el viajero podrá descansar en Casa Rural Teresa, donde podrá encontrar descanso y buena cocina tradicional.

Término municipal de Libros



Esta entidad aragonesa, con sus 38,11 kilómetros cuadrados de superficie, se encuentra situada en la parte meridional del viejo Reino de Aragón, sur de la provincia de Teruel y ciudad del mismo nombre, que el río Turia separa en dos sectores grandemente desiguales; cuatro quintas partes a su margen izquierda y la restante a la derecha de la corriente, ubicándose en el término superior este el lugar de Libros.

Limita al norte, con el término de Tramacastiel y Villel; al este, con el de Villel y Ríodeva; al sur con el de Torrealta-Torrebaja y Ademuz; y al oeste con el de Castielfabib y Tramacastiel, los cuatro anteriores al último en el Rincón de Ademuz (Valencia).
Descubrir

Acequía



Son cursos fluviales construídos por el hombre que discurren por las márgenes del Turia, vivificando sus regadíos, de los que citaremos, en primer lugar, la acequia de Tramacastiel o Más de la Cabrera, importante por la fertilidad que lleva a las huertas, y caminar a lo largo del centro de la corriente la divisoria con Tramacastiel, desde el inicio del "sobrador", que dijimos, hasta el final de la partida de los Olmos en que la línea asciende por el monte, agua que riega, además, la partida Debajo Santa María y parte alta de la partida del Cuadrejón.

Otra faceta importante de esta acequia es que solamente puede ser usado su caudal "cuando sobre" en el término de procedencia, luego de regar sus huertas, y "no necesitarlo para su industria el molino maquilero de Más de la Cabrera". Esta excepcional circunstancia de "agua sobrante" ha dado lugar, en casos de pertinaz sequía, a violentos altercados entre regantes de Libros y el industrial molinero de turno, normalmente solventados de mútuo acuerdo en cada caso y momento a través del tiempo.

No obstante, en cierta ocasión allá por el año 1910, cuatro o cinco jóvenes de Libros, con el decidido propósito de llevarse el agua por la tremenda, llegaron al partidor de la acequia-molinero para saber cuándo les encaminaría el agua, como era costumbre, levantan las compuertas paralizando la industria. Cuando éste sube al partidor, en lugar de razonar una avenencia, le agreden al intentar encaminarla de nuevo al molino.

Denunciados los hechos al Juzgado y avisada la Guardia Civil del Puesto de Villel, detienen en Libros los levantiscos y violentos agresores y los conducen al Juzgado de Instrucción de Teruel, con las oportunas diligencias, procesándolos y encarcelándolos hasta la vista de la causa, en que resultan condenados a prisión, saliendo a poco.

En vista del lamentable suceso y sus resultados, los regantes interesados, con el alcalde al frente, comparecen en el Ayuntamiento de Tramacastiel, estableciendo un convenio mutuo por el que <<…se recoge el derecho de los regantes de Libros, solamente a usar las aguas sobrantes del término, incluídos los derechos del molino harinero, previo pago de un canon simbólico de dieciocho pesetas anuales, abonado al Ayuntamiento de Tramacastiel…>>.

Así terminaron las sempiternas trifulcas y violencias, acudiendo en lo sucesivo, al molino, los necesitados regantes, conviniendo con el industrial el momento en que les encaminará el agua y el tiempo.

Acequia de Libros y, también Acequia del Molino, que arranca de azud sobre el Turia, poco más al sur del arroyo Juncal, discurriendo y regando la estrecha y feraz vega de la margen derecha hasta el molino, al que pone en funcionamiento, continuando por la Partida del Concejo, Debajo de Santa María, Cuadrajón para terminar en el Regajo junto al puente de la Nacional 420.

Acequia Aguas Abajo, que tiene su origen y se surte, de la corriente del Arroyo del Juncal, en las inmediaciones de la desembocadura, a una treintena de metros más exactamente. Esta acequia fue disecada y sustituidas sus aguas por las de la Acequia Aguas Arriba, en virtud de un convenio Libros-Villel, redactado hacia el año 1945, por el que la villelense le proporciona aguas necesarias "…previa colaboración, a partes iguales, en gastos de limpieza del curso, reconstrucción de la presa…", etc. Ésta situada sobre el Turia más arriba del Caserío de El Campo, aguas que riegan Piezas de la Noguera de Arriba y Piezas del Ciruelo.

De la Acequia Molinar, del Molino de Libros, a poco de su origen, arranca un ramal al sur de la Partida del Espinar que cruza el Turia mediante una canal, regando en la margen izquierda la Partidas Ladronera, Saladar y termina en la Huerta de Cayeta.

De la misma Molinar, a las afueras norte de la urbe, otro ramal cruza el río por otro canal, regando la Partida del otro lado y de la Almagra, para terminar donde fina la Rambla de Naveruela.

La Acequia del Ramblar toma su caudal por un azud sobre el Turia, poco más abajo del final de Noveruela, frente a la Huerta de la Saceda, terminando en Terro Judío, enfrente de Mas de Jacinto y cerca del Caserío de Angelina.
Descubrir

Agricultura y vegetación



El año 1847 se contabilizaban 480 yugadas de tierra de labor de primera clase, 774 de segunda y 1.060 de tercera, agregando el narrador que "…sus huertas estaban muy abandonadas por dedicar los vecinos todas sus actividades, preferentemente a la elaboración y manufactura de utensilios y objetos de esparto rígido picado…"

En las pequeñas huertas extendidas a lo largo de ambas márgenes del Turia, dada su feracidad y vivificación por la abundancia de agua para el riego, se cultiva toda clase de cereales, maíz, remolacha, alfalfa, forrajes, legumbre y hortalizas en cantidad suficiente para el consumo familiar, pero no para la venta de excedentes.

Es importante la recolección de manzanas en sus 3.000 árboles, 200 perales, cerezos, ciruelos y otras variedades. También era culminante la recolección de nueces, pero en la segunda década de siglo, una empresa maderera radicada en Marsella (Francia) pagaba tan elevados precios por los troncos que fueron arrancados y vendidos todos los aprovechables, quedando únicamente los jóvenes, ahora representantes de aquella riqueza que dio nombre a algunas partidas: Las Nogueruelas, Pieza Noguera de Arriba y Abajo, etc.

En su último término secano abundan pastos y monte bajo junto a pequeñas zonas de pinos jóvenes de repoblación. En la actualidad tiene alguna importancia el planteo y recolección de almendra, con saneados beneficios a la economía familiar. Los desaparecidos viñedos a causa de filoxera, fueron de alguna valía hasta fines del primer cuarto de este siglo.

Las abundantes hierbas y matojos de todo tipo que cubren sus montes, mantuvieron numerosos ganados hasta nuestra Guerra Civil, no recuperada esta riqueza ganadera sino en baja escala. Ahora sólo alimentan algunos conejos y liebres y por ellos pululan las perdices, muy perseguidas por los cazadores furtivos, cobrándose alguna zorra. Por ellos discurren bastantes jabalíes, llegando hasta las huertas donde ocasionan apreciables daños.

Las escasas truchas y barbos del Turia son de excelente calidad, pero muy acosados por los pescadores.
Descubrir

Caminos y carreteras



Al asociarse los hombres y distribuirse en grupos separados, forzosamente hubo de existir la ruta, esa cinta que llamamos camino, tierra hollada por el tránsito de uno a otro punto, que ya en tiempos de Moisés se les llamaba "reales", nombre que más tarde les dieron los cartagineses, comerciantes por excelencia, los primeros que empedraron sus caminos, ejemplo que copiaron los romanos en sus grandes vías militares que enlazaban Roma con sus provincias, llamadas propiamente calzadas, citándose como el camino más antiguo el que discurría de Bagdad a Ispahan, aún en uso, que se remonta a la época de Semiramis. No obstante, como testimonia San Isidoro (Orig, XV, 16.6), si bien fueron los cartagineses los primeros en empedrarlas, los fenicios dejaron abierta una vía a través de los Pirineos y los Alpes, muchos siglos antes de la Era Cristiana.

Pese a todo, fueron los romanos los que sobresalieron en esta clase de obras, cubriendo con ellas los campos de Europa, Asia…. En su caja o "gremium" contaba Claudio el honor de cubrir la campiña romana con la primera vía construida en el año 422, uniendo Roma con Capua, todavía conocida por "Vía Appia". Casi un siglo más tarde se emprendió la segunda que iba a Civitavechia y Montalvo; a pocos años, la "Flominia" a Rimini y la "Emilia", algo más allá de Plasencia.

Fuera de Italia, se menciona como la más antigua, la que conducía de Cartagena a los Pirineos, y por los Alpes a Roma, medida y señalada con miliarios en tiempos de Escipión el Menor, siendo Augusto el que completó estas vías hispanas, Trajano quien las conservó y Antonio Augusto Caracalla quien nos dejó su relación, informándonos que se dividían en vías militares, consulares o pretorianas, y vías vecinales, algo así como las carreteras nacionales de ahora y las provinciales y comarcales.

Las vías vecinales eran de simple explanación, afinadas o apisonadas y las sólidas calzadas enlosadas, construidas, regularmente, de cuatro a seis metros de anchura. En su caja o "gremium" se tendía una capa de losas "statumen" unidas con mortero; luego otra capa de hormigón, "rudus", mezcla de cal con ladrillos o piedra machacados; después arena y cal o areña y arcilla "nucleus" fuertemente apisonados, y al fin, empedrado "pavimentum" a base de mortero (cal y arena) y piedras de pedernal, firmes que han logrado pervivir más de dos milenios y medio como puede comprobarse en diversas naciones y en España.

El centro " ager" era alomado y el firme estaba limitado por piedras "umbones" fuertemente hincadas en tierra sobresaliendo a trechos algunas más elevadas y sirviendo de apeaderos o estribos a los jinetes. Las distancias señaladas con columnas "miliarias" (de milla en milla), de kilómetro y medio de longitud, con una "mansión" o especie de posada cada treinta.

El mismo Antonio nos dice existían en el Imperio unas trescientas setenta y dos, correspondiendo treinta y cuatro a Hispania, con unas, 6.926 millas, descontadas las secciones repetidas, las que juntamente con otras secundarías que construyeron suman unas 20.000 millas, nominando muchas de las mansiones, originarias de poblaciones, que se ha conseguido identificar.

Por lo que a nuestra comarca se refiere, y de manera particular al Libros que nos ocupa, por el serpenteante valle del Turia discurría la señalada con el número XXXI, "Camino de Laminium" (por nacer en Laminio (Cerro de la Mesa) a Caesar Augusta (Zaragoza), la que, pasando por Saltici (Chinchilla), seguía por Ad Pallem (Nuestra Señora de Belén), Valeponga (Vahona), llegaba a Urbiaca (identificada por Concud), junto a Teruel: Urbicua de las crónicas siguiendo a Bilbilis (Calatayud) en ruta a Zaragoza.

Si prespicaces investigadores del itinerario de esta calzada no han podido reseñar con exactitud los puntos de paso; Molina de Aragón y Albarracín, aduciendo las más dispares opiniones, sin tener en cuenta los dificilísimos pasos por tales vacibastos y "retroceder" a Concud para el enlace, cuando era más sencillo y sensato empalmar de Cella a Calamocha, extremo que no debía pasar inadvertido a aquellos maravillosos ingenieros viarios, es por lo que opinamos debía pasar por esta vega del Turia, por tanto frente a Libros, dada la comodidad en el trazado, la facilidad de la travesía y el rectilíneo desemboque a Concud. No obstante, debo advertir que he recorrido grandes distancias de esta posible ruta, sin encontrar vestigio alguno indicativo de su pasada existencia, como tampoco los demás historiadores que por distintos puntos han estudiado su posible itinerario.

Antes de iniciar el estudio de los caminos "modernos" de este término y sus contornos, señalaremos que, junto a estas milenarias vías militares y del paisaje, amén de las que expondremos, había otras rutas pura y exclusivamente para el ganado, en su discurrir trashumante y de simple tránsito por el término, con motivo del enorme auge conseguido por la Mesta, que no hemos podido identificar en el municipio que nos ocupa, por el momento denominadas: Cañadas, cuando cruzan varias provincias, Cordeles, son los caminos pastoriles que afluyen a las cañadas o ponen en comunicación dos provincias limítrofes, siendo de menos anchura que las anteriores; Coladas, son las vías que median entre varias fincas de un mismo término; Vereda, vía pastoril de 25 varas de anchura; y Pasos, la servidumbre que tienen algunas fincas para con ellas, levantados los frutos, pueden cruzar los ganados.
Descubrir

Las carreteras



 A finales de la primera década de este siglo se inaguró la carretera Teruel -Libros – Más de Jacinto, continuando luego a Torrebaja, Casa del Mojón, Cañete y Cuenca, llamada al principio carretera Teruel – Tarancón, ruta por la que circulaban peatones, equinos y vehículos de tracción sangre y motor de explosión, discurriendo hasta Torrebaja por la izquierda del río Turia, dirigiéndose a Castilla, la cual no solamente anuló el milenario Camino Real o Viejo a Teruel, que marchaba siempre por la margen opuesta, sino que al llegar a la urbe, hubo de construirse un poderoso malacón de piedra sillar para contener las aguas del río y separarle de la urbe, coronado en todo su trayecto por robusto pretil casi siempre ocupado por ociosos del pueblo en él sentados.

Esta vía principal se denominó después carretera Teruel – Cuenca y en la actualidad Carretera Nacional número 330, con itinerario idéntico al ancestral Camino Real Córdoba – Torrebaja – LIBROS – Teruel – Tarragona, cuyo kilómetro 510 está en Torrebaja y en Libros el 517. De ellas arranca medio kilómetro al sur de la urbe, un ramal que por los Algezares conduce a Tramacastiel. Del Almacén de la Azufrera parte otro ramal que, tras cruzar el río, asciende por la margen derecha de la Rambla de la Matanza, pasa por el Barrio de las Minas y llega a Ríodeva, vía sinuosa y pendiente que en sus 14 kilómetros de recorrido se contabilizan unas 200 revueltas, entre las casi imperceptibles a las cerradas y peligrosas, de poca circulación particular, pero muy intensa en camiones transportadores del rico y abundante caolín extraído en los extensos yacimientos cercanos.

En 1980 se abrió otra vía forestal del Caserío de Angelina, por entre pimpollos repoblados, llega a la zona de la Azufrera.

Para circular por estas rutas, los habitantes del lugar poseían en 1954, 4 automóviles turismos, 35 caros de varal y tracción sangre y cien bicicletas.

Una cartería distribuye la correspondencia llegada de Teruel por los coches – correo y viajeros Teruel – Libros – El Cuervo, Teruel – Libros – Vallanca, Teruel – Libros – Casas Bajas y viceversa.

Recientemente ha sido autorizada una línea de viajeros, en magníficos autocares los días laborables, Cuenca – Torrebaja – Libros – Teruel – Barcelona, ciudad ésta en que rinde viaje en la Casa de Cuenca de la calle Montaña, cruzándose los viajeros en el camino con los que circulan en itinerario inverso. Posee una centralita de la Compañía Telefónica Nacional conectada a toda la red de Estado. Además otra línea telefónica instalada en 1917, por Teledinámica Turolense S.A. cuyo alto hidráulico se encuentra instalado en Castielfabib (Valencia).
Descubrir

Los caminos



Camino Viejo a Teruel, también llamado Camino Viejo de Teruel, no es otro que el antiguo Camino Real y Camino Nacional de Córdoba – Cuenca – Torrebaja – LIBROS – Teruel – Tarragona, y también Camino Real o Nacional de Murcia – Alicante -Ademuz – Torrebaja – LIBROS – Teruel – Zaragoza – Francia ambos confundidos en uno desde Torrebaja a Teruel.

Este viejo camino a Teruel es el que, circulando por el centro de Torrealta, al llegar a la desembocadura de la Rambla de Ríodeva, se bifurca, yendo un tramo desde el Caserío de Angelina hasta el puente sobre el Turia, al sur de Libros; el otro ramal cruza el río por vado o puente, asciende por el Más de Jacinto, a cuyas orillas se ha ido desarrollando esta aldea, pasa junto a su ermita y desciende a la vega, allí por donde ahora se ha convertido en un tramo de carretera, sigue por la intersección vega – monte hasta la presa al norte del almacén de la Azufrera, continua, ahora por la orilla del Turia, cruza el Regajo de la Cabrera junto a su desembocadura, sigue por la ribera hasta el centro de la Partida de El Cuadrejón, punto por donde se separa el río y se dirige al monte, pasa por la ermita de la Virgen Santa María de la Vega con el nombre de Camino de los Pajares, sigue por el Camino de las Cerradas, vadeá el Turia y se une al otro ramal, circunda Picayo del Pilar, cruza las Partidas del Salazar, Ladronera, Peña del Cid, Cruz del Tío Nonacha y la Morera y se interna en tierras de Villel.

Camino del almacén de la Azufrera que asciende por el ala izquierda la Rambla de la Matanza, llega al Barrio de las Minas y continúa a Ríodeva. Camino de Libros a Ríodeva discurre por la ladera izquierda del río y al llegar a la Umbría de Cascante, se desprende un ramal por la diestra que lleva al Barrio de las Minas mientras el principal marcha a su fin. El ramal desprendido, luego de cruzar el Barrio, desciende por la factoría minera hasta el cauce de la Rambla de Ríodeva camino de Libros a Torrealta, es el mismo nacional o Real, ahora en sentido inverso, que por la izquierda termina en aquel pueblo. Camino de Libros a las Planillas. Camino de la Calera, Camino a Cuevas del Ceñajo, Camino de Zapata y algunos más, puros senderos, todos ellos en la parte izquierda del Turia.

Por la margen derecha (por los motivos que se dirán) discurría con el mismo itinerario que la N-420, en su tramo del puente a la plaza, el Camino de los Golliznos a Tramacastiel, del que partía por las inmediaciones del templo, un raman o camino de la Olla a Tramacastiel. Camino de Libros a Los Algezares, casi coincidente con la actual carretera a Tramacastiel. Todas estas vías eran y son de las llamadas de herradura.
Descubrir

Canteria y minas



Si bien sobre las primeras solamente merecen ser destacadas algunas de yeso, como los mencionados Algezares, no sucede igual con la minería, excepcionalmente importante en una sola faceta, la de extracción, destilación y obtención de azufre.

Efectivamente, en los montes sureste casi colindante con tierras de Ríodeva, se descubrieron hacia 1820, ricos yacimientos de azufre impregnando los grandes estratos pizarrosos que forman el subsuelo, iniciando la explotación diferentes empresas, sobre cuyo extremo nos informa Pascual Madoz: …"y en su término se encuentran varias minas de azufre, que en la actualidad (1847) se benefician por diferentes asociaciones, siendo de las más aventajadas las explotadas por la Sociedad Zapateu y consortes, con magnífica fábrica, almacenes habitaciones y oratorio. En sus diversos hornos de fundición se obtienen variados productos, particularmente la flor de azufre, todos de superior calidad…". De la existencia y presencia de estas variadas sociedades extractoras nos ha quedado recuerdo en la llamada "Casas de los Ingleses" a la vera de la Rambla de Ríodeva.

Posteriormente se refundieron en una sola la inglesa, quien poseía la mayoría de acciones, pasando más tarde por compra o reorganización a manos de la industrial Química Zaragozana, S.A., la que a principios de siglo XX aparece explotando estos yacimientos azufreros.

Esta empresa convirtió la zona en un emporio de riqueza, hasta el extremo que allá por el 1920 se habían construido varios bloques de casas, con numerosas viviendas en las plantas bajas y piso superior, recorridas éstas por un longitudinal pasillo y escaleras al suelo. En ellas vivían las familias de los numerosos mineros, peones administrativos y servicios auxiliares, carpinteros, herreros, albañiles, etc.

Este variado personal era de diferente procedencia, con predominio murciano. También estaba compuesto por trabajadores hijos de los pueblos del circundo que tras larga caminata, llegaban por la mañana al trabajo y regresaban a su domicilio al anochecer.

Los diferentes bloques de viviendas y otros usos estaban tirados a cordel, con amplias calles, terminadas en una enorme plaza cuadrada, continuaban hasta la Iglesia excavada en las colinas bajas del inclinado monte, bastante alejado todo ello de las Minas. Ubicado en la cimera del monte los hornos, almacenes, oficinas de la empresa y grandes naves en que se depositaba el azufre obtenido, instalado todo ello a nivel inferior, evitando la contaminación.

Los varios centenares de personas allí asentadas superaban la población del propio Libros, motivando la instalación de escuelas de ambos sexos, carnicerías, tiendas, puesto de Guardia Civil, sacerdote, médico, practicante, barbero y cooperativa de consumo de la empresa.

Recuerdo que la Fiesta Mayor celebrada el 8 de agosto de 1924, en honor de San Lorenzo, actuaba una banda de música de aire solemnizando la Santa Misa, tras la cual visitamos bares y tabernas. Por la tarde, moradores y del circundo nos congregamos en la plaza donde se había construido una "plaza de toros" con troncos hincados en el suelo y horizontales cercando el ruedo.

En el centro del anillo clavaron un eje de carro, sobresaliendo unos 70 centímetros y una rueda en el extremo, con tablero adosado, al que se subían algunos valientes. Se lidiaron dos novillos grandes y bravos, toreados por los más osados espectadores, ocasionando la hilaridad del público al recibir algún que otro achuchón o acometían a los subidos a la rueda, que en su giro hacía peligrar a unos y otros. Ignoro si hubo estas capeas antes y después de la indicada.

De las entrañas del monte que se eleva a oriente del barrio y la factoría se extraían las pizarras azufrosas mediante numerosas minas convirtiendo el monte en verdadero laberinto de agujeros, trasladándolas con vagonetas a los hornos instalados cerca de la Rambla de Ríodeva, sin embargo a considerable altura sobre el nivel de su lecho.

Había varios hornos seguidos, con sus respectivas y grandes cámaras adosadas, desde cuya parte superior caía azufre en forma de fino polvo o "flor de azufre", hasta llenarla por completo, en cuyo momento era desviado el chorro polvóreo a otra contigua.

De la cámara llena se extraía el azufre, llenando sacos de 25 kilos, depositándolos en otros almacenes de donde eran transportados en carros hasta la estación ferroviaria de Teruel, bien directamente, ya descargándolos en el almacén contiguo al río Turia, donde lo recogían otros transportistas ocasionales trasladándolos a la estación. Al principio, estos transportes los verificaban los particulares en sus carros de varal y tiro, o pértiga y yugo, más, como al parecer el servicio no era muy constante, la misma empresa adquirió varias carretas de varas, grandes y voluminosas, tiradas por tres o cuatro mulas poderosas que lo conducían hasta Teruel, desde el mencionado almacén.

Para ello instalaron una vía férrea desde este almacén hasta los depósitos de la factoría, dotándola de un tren con poderosa máquina y estrechos vagones de carga, parecidos a los de juguete, pues era vía estrecha, convoy que subía y bajaba zigzagueando por las laderas del monte hasta su destino, funcionando durante varios años, del que no queda recuerdo, pero que todavía puede observarse la trayectoria seguida.

No olvidemos exponer que para la destilación de las pizarras, el hogar de los hornos era alimentado inicialmente por los lignitos extraídos de una mina cercana a la aldea de Más del Olmo, en el término de Ademuz, pobre de calorías, pero suficientemente útil a tal fin.

Posteriormente, los químicos observaron que aquellas pizarras sin azufre que, inservibles, se tiraban a un barranco contiguo, contenían sustancias bituminosas suficientes para arder en los hogares mezcladas con los lignitos a poco de encendidos y posteriormente, cuando alcanzaban elevadas temperaturas, servían ellas solas para hacer funcionar los hornos, con la sorprendente economía que es de suponer.

Como quiera que las vetas de pizarra azufrosa se extinguían y las consiguientes explotaciones no daban el resultado apetecido para ser rentable la extracción del amarillo producto, paulatinamente se fueron reduciendo los mineros y personal adscrito a la industria, hasta desaparecer totalmente hacia el año 1965, en que fueron cerrados todos los locales de la factoría y abandonadas las viviendas a su suerte, hasta el extremo que en 1970, aquello que en su día y durante años fue emporio de riqueza industrial y de trabajo para muchas personas de los pueblos citados del contorno, desapareció totalmente, destruyéndose las abandonadas edificaciones de la factoría, las viviendas, y establecimientos del Barrio, incluso la Iglesia, apoderándose de puertas, ventanas y tejados, comprobando personalmente cuando visité en agosto de 1979, que sólo quedaban en pie hiladas de paredones de edificios, con calles y solares cubiertos de árboles silvestres y matojos.

Al parecer, en 1981, auxiliados los técnicos por los modernos procedimientos de prospección subterránea, han detectado en las profundas perforaciones venas pizarrosas con suficiente riqueza para hacer rentable su extracción e industrialización, halagüeña esperanza de nuevo resurgimiento del complejo minero que ocuparía considerable mano de obra indígena y foránea, tan importante en estos momentos de recesión laboral.

Sobre el desaparecido Barrio de la Minas, un escritor hacía constar el año 1959 que …"contaba con 342 habitantes, 77 viviendas, 18 edificios más, y que la distancia al lugar era de 6 kilómetros y medio."
Descubrir

El comercio



Esta actividad contractual ha quedado reducida a dos casas rurales, un bar, un chiringuito-bar, una empresa de construcción y venta de algún objeto de esparto.
Descubrir

Ferrocarril



Durante unos cuarenta años, es decir entre los 1920 y 1960, estuvo en funcionamiento una línea ferroviaria, propiedad y construida por la empresa minera que explotaba los yacimientos sulfurosos de las minas para el exclusivo acarreo de sus minerales que partiendo del tantas veces citado Almacén cruzaba el Turia por un puente ascendía por el lateral cauce la Rambla de la Matanza, del que se desprendía para circular, a poco por su ladera izquierda, con un atrevido trazado en zigzag, para salvar la enorme pendiente, si bien relativamente corta que le separa de los almacenes de azufre, sitos pasado el barrio.

Era un tren parecido a los de juguete con vía estrecha, de vagoneta, con estrechos y alargados vagones de carga y alguno de viajeros arrastrados por una pequeña y vigorosa maquinita movida por aceite pesado, de cuya existencia y recuerdo solamente quedan algunos vestigios de su explanación, sus trincheras y su balastro.
Descubrir

Ganaderia



Esta importantísima faceta de la economía rural fue bastante importante hasta el año 1936, a partir de esta fecha, a causa de encontrarse los frentes de combate durante nuestra Guerra Civil por estas tierras, desaparecieron totalmente la cabaña ovina, caprina y hasta la puramente doméstica, reconstruyéndose posteriormente en escasa importancia para la dimensión pastizal del término. No obstante, en 1960 todavía se contabilizaban unos 2.000 lanares, 200 cabríos, 37 caballos y 150 mulos y asnos.
Descubrir

Hidrografia



Como se ha estudiado, la columna vertebral acuosa la forma, de manera especial, el curso del Turia, que no es otro que el Tyrio citado por el antiguo geógrafo Rufo Festo Avieno en su poema "Ora Marítima", que los árabes llamaron Guady al-Abiade (de Guady, río y Abiad, blanco, por proceder sus aguas de "las blancas nieves del Nudo Ibérico"), motivo por el que los cristianos rebautizaron o tradujeron por Río Blanco, hidrónimo que hoy ha quedado en desuso, fonetizándole Guadalaviar, nombre que permanece del nacimiento a la confluencia del río Alfambra, un poco al noreste de la ciudad de los Amantes, designándole Turia desde tal conjunción a la desembocadura en el mar.

Significaremos que por el centro del cauce del Turia marcha la divisoria intermunicipal con Tramacastiel en corto trecho que va de la desembocadura del Regajo de la Cabrera a Prado de las Boqueras. Desde este punto, igualmente por el centro del cauce continúa la frontera con Castielfabib, trayecto, ahora, de triple divisoria (intermunicipal, interprovincial e inter-regiones autonómicas aragonesas y valenciana) que finaliza en la confluencia de la Rambla de Ríodeva frente a Mas de Jacinto, punto polémico del que hablaremos en su momento.

Entre las corrientes secundarias citaremos, en primer lugar, (por discurrir por el centro de sus álveos las líneas limítrofes) el antedicho Regajo de la Cabrera, desde su confluencia en el Turia hasta metros antes del puente de la carretera nacional 420, en que se desvía a la derecha y asciende por el sobrador hasta la acequia de Tramacastiel.

En segundo lugar, la ya citada Rambla de Ríodeva, desde el punto en que por la margen derecho inicie en el Turia, hasta llegar al término de Ríodeva, tramo denominado Estrecho de Torrealta, (pequeño burgo agregado a Castielfabib al perder su autonomía municipal ), prosiguiendo las aguas separando Libros de Ademuz en el tramo conocido por Casa de los Ingleses.

Esta rambla de Ríodeva, pomposamente llamada desde la antigüedad Río Deva (como consta en ciertos pergaminos antiguos), no es otra cosa que un humilde ríachuelo que discurre cigzagueante por el amplio y pedragoso lecho, para regar pequeños huertos construídos en las márgenes. Sin embargo, si bien su caudal normamente es pobre dado que su extensa cuenca hidrográfica recoge las aguas procedentes de las vertientes occidentales del Javalambre y Camarena, en caso de lluvias torrenciales, sus tempestuosas avenidas arrasan huertecillos y cuanto hallan a su paso, en especial junto a la desembocadura, donde, al coincidir con la crecida del Turia o del frontero y viejo Río Molas, rambla de Val del Agua, destroza las tierras regadías o secanas de Libros, Castielfabib o Torrealta, al extremo de modificar en este punto sus términos, bien arrebatando tierras de uno para agregarlas a otro, ya añadiendo nuevas superficies sustraídas a los contiguos y, como quiera que la linde discurrirá luego por el centro del nuevo cauce, a partir de dicho momento aparecerán las protestas de los perjudicados frente a la pasividad de los beneficiados, riadas origen de reclamaciones, disputas y controversias más o menos airadas.

Así ha debido ocurrir desde antiguo hasta que para evitar de una vez para siempre tales anomalías, previamente convocados, comparecen en el punto de litigio autoridades y hombres buenos de los tres pueblos interesados, y reunidos en el caserío de Angelina, de Libros, el 17 de marzo de 1980, tras larga discusión, acuerdan levantar un acta que refleje permanentemente el convenio con el punto exacto en que debe hallarse el trifínico mojón, sin que en lo sucesivo se encuentren los términos sujetos a las veleidades de las riadas, entregando copia a cada alcalde concurrente para su guarda y archivo. Acta que dice así:

<<… el mojón trigenio, es el centro de la rambla de Ríodeva, en el punto que vierte al centro del Turia. Se coloquen un hito en cada término a la distancia del Turia que es: de 32 metros el de Libros, 120 metros el de Torrealta, y 10 metros el de Castielfabib, punto que coincidirá su insercción con los centros Rambla y Turia. Los cien metros de anchura de la rambla en esta desembocadura, serán 50 de Libros y 50 de Torrealta, todo con el fin de librar el mojón de las avenidas del Turia, del viejo río Molas, Rambla del Más de Jacinto o Rambla de Val del Agua, y del río de Eva o Rambla de Ríodeva, punto sito al suroeste del Caserío de Angelina…>>

Otro punto fluvial interesante situado en el extremo opuesto del río, es el de conexión del Arroyo Juncal, al sur de la villelense aldea de El Campo. Por el que discurre la linde con las tierras de Villel, como el anterior, sujeto al capricho de las corrientes, ignorando si existe acuerdo como el anterior.

Entre los demás cauces menores, siempre secos, citaremos:

Rambla de la Matanza que recoge el agua de los manantiales y lluvia de la zona del barrio de la Azufrera y Partida de la Matanza, de la que hablaremos en la parte histórica, y de la que toma el nombre, vertiéndola al Turia por su izquierda, no sin antes anegar y aún destruir regadíos, Rambla de Naveruela, originada cerca del límite con Ríodeva, recogiendo las aguas de la fuente de Noveruela y Mora, para verterlas al Turia por la huerta del Ramblar; Barranco Poza Villi, al norte del Caserío de Angelina, que desemboca en el río por la Partida Casa Calve; Barranco Villarrubia frente al Regajo de la Cabrera; además, otros varios barrancos de corto tramo y seno torrencial en momento de violentas tempestades.
Descubrir

Industria



Pese a recolectarse, desde antiguo, abundante cáñamo en sus huertas y proporcionar cantidad de lana sus ganados, no tenemos conocimiento de que hayan existido telares ni tejedores en el pueblo.

Sin duda, ello es debido al gran desarrollo de una industria específica, la manufacturación de toda clase de objetos a base de esparto, ya desde tiempos antiguos, desarrollada industria que dio lugar a que el antes mencionado Madoz nos dijera en 1847, "…tienen buenas tierras de regadío y secanas, pero muy abandonadas por dedicarse con preferencia a la fabricación de toda clase de artículos de esparto…"

Ciertamente, sin que podamos concretar desde cuándo, el obraje con esparto ha sido ocupación casi total de todos sus habitantes: chiquillos y mayores, hombres o mujeres, jóvenes o viejos. A todos les hemos visto en el primer medio siglo XX, dedicados a fascar (del latín "fascalis" de "facis" haz o manojillo de esparto) tanto de día como de noche, mañana o tarde, laboral o festivo, siempre con el manojo de esparto bajo el brazo y varias briznas constantemente renovadas, en la boca, preparando con la lengua las precisas a agregar a cada pasada de la "llata" o pleita (tira sin fin de esparto trenzado) de trece camales, que van arrollando paulatinamente.

Para confeccionar la pleita se reunían los familiares en el zaguán de la vivienda, llamada "entrada", en la misma cocina y, si el tiempo era apacible, en la puerta de la calle junto a otros vecinos ocupados en el mismo menester, y era digno de ver cómo trenzaban la pleita con agilidad, soltura y destreza sin mirar el trabajo, cómo con la lengua pasaban las briznas precisas a los labios, cómo eran cogidas con los dedos y colocadas en el sitio con precisión, y cómo a la vez podían hablar y sostener conversación con los convecinos, sin dificultad alguna, cual hacen los fumadores con el cigarro o pitillo entre labios.

De igual modo se podian ver los niños y niñas por la calle, ya jugando, ya yendo o volviendo del colegio con el portalibros en bandolera, el insustituible hacecillo de esparto bajo el brazo y los dedos ocupados en confeccionar "cosedera" o soguilla de tres cabos y poco más del metro de longitud, precisa para unir o coser la pleita.

Con estos dos elementos y una aguja de acero de dos ojos para enhebrar la cosedera, fabricaban esteras para suelos, carros y otros usos, de longitud, forma y dimensiones a petición; seras para carbón y otras aplicaciones; serones, sarrias, baleos de diversos tamaños; aguaderas para cuatro o seis cántaros, banastos, capazos o capachos de capacidad y forma variable, según sean para destino doméstico, para faenas de campo, para la construcción, para prensas de aceite, orujo de vino, etc.

La pleita la unían mediante la aguja de dos ojos y la cosedera, con tan extraordinaria habilidad que, sin apenas mirar, lanzaban la aguja sobre el borde, elevándola en el punto exacto, tanto a derecha como a izquierda.

Además de elaborar cuanto antecede, a base de esparto rígido, confeccionaban una serie considerable de artículos de esparto maleable previamente picado o mazado por el propio artesano o su familia, para cuyo fin usaban una gruesa piedra rodada, de río, semienterrada en el zagúan junto a la puerta, o con preferencia en la calle, al lado del dintel, con la ventaja de no tener que barrer los desperdicios desprendidos. Un cilindro de madera de adecuada longitud y grosor con un mango en el extremo circular llamado "maza de esparto", completaban los instrumentos precisos para el mazado del esparto virgen, operación que verificaban golpeando el hacedillo con la maza, sobre la piedra, hasta conseguir un mullido y afinado a voluntad.

Con las fibras de este "esparto picado" confeccionaban soguillas de tres cabos y sogas idénticas pero más gruesas, para usos domésticos; también cuerdas de dos cabos retorcidos y sogas redondas de cuatro cabos para acarreos con caballería y otros variados usos. Sin embargo, lo que se confeccionaba en mayor escala era la "jareta" o cinta trenzada de siete cabos con la que se elaboraban diversos artículos, en especial suelas de calzado conocido por espardeñas o esparteñas, con puntas y taloneras de cuerda fina de dos cabos; protectores para calderas y pequeños calderos de cobre, recipientes de barro, madera u otra materia digna de resguardar; calabazas de cuello alto para vino u otro líquido, etc. Artículos protectores desaparecidos, igual que muchos de los objetos protegidos, sólo visibles en algún que otro museo rural.

Lo manufacturado que no era de encargo se vendía en el domicilio a arrieros, traficantes o particulares, era llevado a la Posada de los "Temprano", aun funcionando junto a la N-420, donde lo recogían, abonaban el importe de lo confeccionado y transportaban a los almacenes de Teruel o facturaban en su estación ferroviaria. Seguidamente recogían y conducían nuevas partidas a Libros se distribuía y continuaba el ciclo.

Esta industria, que tan saneados ingresos proporcionaba a los moradores del lugar durante siglos, ha desaparecido casi totalmente a tal extremo que hoy serán pocos los que pudieran llamarse expertos y profesionales en tan específicas labores.

Otra industria centenaria era el molino maquillero, dado de baja para harina panificable, quedando en función solo para piensos.
Descubrir

Manantiales



Puede citarse, en primer lugar, la Fuente de Aguas Sulfurosas, que nace en la parte baja de la Partida de la Azufrera, no lejos de la Rambla de Ríodeva. Fuente de la Vieja, al oeste del Barrio de las Minas. Fuente de Roque, no lejos de la anterior y cercana a la linde con Ríodeva. Fuente de los Hontanares, al noreste de dicho Barrio, con varios yacimientos secundarios (de ahí, Fontanares u Hontanares) aquella, con abundante caudal cristalino y potable. Fuente de Naveruela, También al oeste del Barrio Azufrero, cuyas abundantes, cristalinas y saludables aguas surte de agua potable a Libros, mediante cañerías. Años atrás abastecía al Barrio de las Minas y dependencias oficiales de la Azufrera. Fuente de la Mora, no lejos de la anterior, con muy poco caudal. Fuente de Pros, en la zona de Zapata.
Descubrir

Orografia de Libros



Su relieve es sumamente accidentado, agreste y quebrado, tanto el sector izquierdo, construido por los derrames occidentales de los Montes de Camarena y Javalambre, como el derecho, formado por las estribaciones finales levantinas de los Montes Universales, rugosas ambas superficies hasta su final en el lecho del río.

Tal perfil origina abundantes barrancas y picachos, gargantas profundas y elevadas crestas, abruptos desfiladeros y abismales precipicios, con alturas dignas de mención, tales como Prado de la Peña (1.103 m.), Pico del Tormo (1.168 m.), junto al tifinio con Tramacastiel-Villel, dan innominadas alturas frente a Peña del Cid (926 y 1.002 m.), Peña Grajera (881 m.) en cuya concavidad, llamada Cueva del Gato, se ubica parte de la urbanización al sur del pueblo, Puntal del Cinglo, al oeste de la urbe (859 m.), Cerro de la Olla (772 m.), Pico de los Algezares (837 m.), El Mortero (756 m.) en el centro de la urbe, donde se hallan vestigios del desaparecido castillo, todo ello a occidente del Turia.

Entre los muchos de la parte occidental citaremos únicamente la mentada Peña del Cid (926 m.) y su innominado gemelo, poco más al sur (848 m.), Ceñajo (961 m.), Coscoja (1.004 m.), en el mismo límite norte, El Morrón (1.076 m.), Hontanares (1.200 m.), Taleros (1.116 m.), Bolage (1.096 m.), Los Gramonosos (890 m.), Pajar Blanco (1.078 m.), junto al Barrio de la Azufrera, una altura de 1.071 m.. El Cerregüele (1.197 m.), Pico de Santa Bárbara (1.281 m.), que sirve de mojón con Villel y Riodeva, etc.
Descubrir